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Azahar y salitre

Recuerdos de niñez.

Hoy, 23 de Noviembre, me vienen a la memoria ciertos recuerdos de niñez, ya que era el del santo de mi maestra de primeras letras, que se llamaba Dª Lucrecia, y que celebrábamos de forma muy festiva, en aquella enorme planta baja de la que era directora y propietaria. Recuerdo que era un colegio-academia, en la que nos juntábamos un montón de niños y niñas de diversas edades, que oscilaban entre los 4 a los 10 años, y que de allí solíamos pasar a algún colegio, público o privado, en que continuábamos nuestros estudios.

Lógicamente, ese día no había clase, pero todos acudíamos ilusionados, llevando algún regalo para la maestra, que nos lo agradecía con una sonrisa y un beso casi maternal. Después, organizábamos una improvisada función, en la que solíamos salir a cantar, a nuestro aire, alguna de las canciones de moda. Muy aficionada a la fotografía, solía hacer una función de proyección de diversas diapositivas para, a continuación, esperar impacientes la llegada de los de la pastelería, con grandes bandejas llenas de dulces. Una de las cosas que recuerdo haber comido con más deleite, son esos pastelillos, rellenos de crema, nata o chocolate que por aquí llamamos "lionesas", y que cada vez que los veo en alguna confitería, me hacen llegar a mi memoria aquellos entrañables momentos.

Y después, si el día era bueno, solíamos irnos a pasar la mañana a un parque cercano, hasta que se hacía la hora de volver, para que nos recogieran y volver a casa.

Aparte de buena maestra, Dª Lucrecia tenía una paciencia infinita, y siempre nos decía que, desde muy pequeña, siempre había querido ejercer de maestra, tanto es así que, de pequeña, en su Guadalajara natal, ya solía jugar a hacer de profesora con alumnos, antes que a "papás y mamás". Tal vez influyera en éso el que su madre también había sido maestra.

Hoy en día, salvo honrosas excepciones, la mayoría de los maestros han cambiado su mentalidad, y casi la tienen más de funcionario que de docente, al menos por lo que me cuentan mis hijos, por cómo se desarrolla el día a día allí donde estudian.

Hace muchos años que le perdí la pista a aquella maestra, tras cerrar su colegio, por orden oficial, pues el local requería hacer unas costosas reformas, que no le compensaban con el rendimiento que podía sacarle, ya que le quedaba poco tiempo para jubilarse.

Pero nunca la olvidaré...

5 comentarios

Artabria -

Yo entré en el colegio a punto de cumplir los 6, porque mis padres no podían llevarme al colegio y no había autobús. Me enseñó a leer y a escribir una vecina......mi primera profesora me dió desde 1º a 5º de EGB y años más tarde le dió también a mi sobrino mayor. Era yo la que iba a la reunión de padres de alumnos y no veas como me ponía de roja cada vez que me preguntaba "te acuerdas de cuando hacíamos esto? te acuerdas de aquello otro?" y todos los papás mirando para mí.....jajaja

hadex -

Pocas vocaciones quedan......desde luego, tienes suerte de tener ese hermoso recuerdo!!

Zeltia -

pues mi primera maestra era una gran bruja, sin pizca de capacidad ni para enseñar ni para transmitir nada que no fuese su propia amargura de haber sido destinada allí, a aquél sitio perdido de dios.
en cambio ahora, tengo una amiga que es maestra, y cuando veo todo lo que trabaja en su casa preparando cosas para los niños, siguiendo el programa lo justito para ajustarse a lo que marquen las directrices pero intentando que sean los propios niños los que con su propia curiosidad propicien el aprendizaje. es fantástica.
y tú has tenido suerte de tenr una maestra así y conservar ese bonito recuerdo.
un saludo desde Galicia

Pikifiore -

Esos profesores tan entrañables siempre son los que nos dan las mejores lecciones,las del cariño y el recuerdo.Un beso

Susana -

Qué bonito recuerdo. Mi hija mayor quería ser profesora, pero se lo he quitado un poco de la cabeza porque me temo que hoy en día es un trabajo que no vale los disgustos que cuesta. Un beso.