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Azahar y salitre

Horror, violencia o desprecio a la vida humana.

Ultimamante, las noticias me dan auténtico "repelús", pues cada vez imperan más las que tienen por protagonista principal una de las tres cosas que indico en el título del post de hoy.

De entrada, lo de esa clínica ginecológica donde se practicaban abortos a menores, sin conocimiento de los padres, y a mujeres que, casi a punto de dar a luz, o habiendo cumplido más de siete meses de embarazo, se han deshecho de esas vidas que llevaban en su interior, por medio de una cesárea, para tirar después a una trituradora el feto, tal como se ha podido comprobar. Y todo a cambio de dinero...

La verdad es que me horroriza ver cómo se menosprecia la vida humana, especialmente por parte de médicos que, en teoría, cuando hacen su "juramento hipocrático", se comprometen a defender a toda costa la salud y la vida del ser humano. Lo curioso, y no por ello menos cruel, es que era un secreto a voces lo que ocurría en esa clínica, pero nadie lo denunciaba. Aparte de éso, se ha podido comprobar lo ambiguo de nuestra legislación de cara al aborto provocado, disfrazado eufemísticamente con el nombre de "interrupción voluntaria de embarazo", si la salud de la madre corre riesgo. Ya sé que, en teoría, también está previsto en caso de violación o de irreparables malformaciones fetales, pero ésa es otra historia.

Por otra parte, cada vez suelen ser más frecuentes los casos de violencia doméstica, en la que la mujer suele ser, en la mayor parte de los casos, la víctima. También es curiosamente cruel que, en muchos casos, las autoridades pertinentes eran conscientes del riesgo, pero no se han tomado medidas suficientes para evitarlo. Soy totalmente opuesto a la violencia, y si un matrimonio o una pareja no funcionan bien, siempre hay leyes para lograr un divorcio amistoso, o una ruptura sin violencia, como seres civilizados que se supone que somos.

Y yo me atrevo a preguntar: ¿De qué nos extrañamos? Vivimos en un país en el que, por desgracia, se ha promovido y fomentado mucho más el desarrollo económico que el cultural, con leyes que protegen muy poco a la familia, en la cual suelen trabajar los dos miembros del matrimonio, simplemente para poder mantener un nivel decente de vida, lo cual implica, demasiadas veces, el abandonar la educación de los hijos, poniéndolos en manos de unos maestros que suelen estar desbordados de trabajo, en unos colegios donde apenas se enseña urbanidad ni valores morales. Y que me perdone alguno de los que ĺee estas palabras, si se dedica a la enseñanza, pero creo que la cruda realidad es así.

Si a éso añadimos el caracter mediterráneo, tan proclive a tomarse la justicia por propia mano, nos encontramos ante un explosivo cóctel de ¿Imprevisibles? consecuencias.

Curiosamente, y estoy convencido de que deben haber muchos casos, no se suele hablar de violencia de empleados contra sus jefes. Y creo que más de un trabajador, harto de las presiones que sufre en su puesto, aparte de estar mal pagado, con un salario con el que no se suele llegar a fin de mes, habrá agredido a su jefe, aún a sabiendas que ello le ocasionaría su inmediato despido y otras desagradables consecuencias legales.

Y ahora, la pregunta del millón: ¿No hay ningún político ni gobernante que se atreva a arreglar todo éso? ¿O al menos intentarlo...?

1 comentario

Luna -

No hacen nada porque les da igual, sus intereses y esfuerzos están puestos en otras cosas...

Yo ayer estuve haciendo murales con los pequeños contra la violencia de género. No sé si servirá de algo, para que pase algo en sus cabezas, pero siempre he pensado que mi trabajo es Educar, con mayúsculas.

Un beso desde el norte