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Azahar y salitre

Roma, ciudad abierta, ciudad eterna. (y 4)

Todo lo bueno se acaba, y éso es lo que ocurrió con nuestra estancia en Roma, aunque confieso que los dos echábamos de menos a la familia, así como el oir hablar a la gente en castellano (O en valenciano, que para algo en mi tierra tienen lengua vernácula), y de comer algo típico, como una buena paella, o una tortilla de patatas. No es que la pasta o la pizza que se comía en Roma fuera mala, al contrario, pero al final termina cansando un poco.

Nos volvimos a levantar pronto, aunque las maletas ya estaban casi terminadas de hacer, dejando hueco solamente para los pijamas y los útiles de aseo. Hablé con el dueño del B & B para que nos guardara las maletas, lo cual hizo gustosamente, quedando en volver a recogerlas a la 1 de la tarde. La idea era comer en la pizzería de al lado y de allí salir hacia la estación Términi en autobús, para desde allí coger el autocar que nos llevaría al aeropuerto, donde había que estar a las 5, y el avión salía a las 7. A las 9 de la noche, si no pasaba nada...¡¡De vuelta en Valencia!!

Salimos hacia el Vaticano, con la idea de visitar tranquilamente la Basílica, y si nos daba tiempo y no había gente, tal vez veríamos algún museo. También había que comprar los últimos "souvenirs" para familares, pero cosas pequeñas y ligeras, que Sherezade pudiera llevar en su bolsa de mano. Cuando llegamos al Vaticano no había demasiada gente, por lo que pudimos entrar en la Basílica sin demasiados problemas, una vez pasado el control de entrada. Aunque al poco rato empezó a llegar mucha gente, como en oleadas. Y yo pensaba que si, entre semana y temporada baja, aquello estaba así...¡¡En época de vacaciones debería dar miedo tanta muchedumbre!!

Y debo decir que aquello es impresionante. Por su tamaño, por los grandes monumentos y esculturas que contiene, por las enormes riquezas que allí relucen, a pesar de que la Iglesia, en teoría, está para ayudar a los más débiles...Pero fué muy poderosa durante siglos, sobre todo en épocas en que los Papas confundieron la espada con la cruz, como fué el caso de Julio II, que puso la primera piedra, para la actual basílica, hace quinientos años. Y toda esa historia se ve reflejada allí dentro.

Hicimos fotos, compramos algunos recuerdos (Como un rosario hecho con pétalos de rosa, para la abuela de mi mujer, o algunas medallitas que mi hija compró para sus amistades, y que imitaban antiguas monedas romanas). Y cuando se iba haciendo la hora, cogimos el tranvía de regreso a lo que había sido nuestro alojamiento, donde retiramos las maletas, nos despedimos del dueño (Que, por cierto, se negó a tomar propina, y nos dió una tarjeta suya, por si alguna vez volvíamos, para reservar con él directamente, y ahorrar pagos de comisión) y nos fuimos a comer. Ensalada, "tortellini" mi hija, pechuga de pollo a la plancha, con verduras, muy bien hecha y postres típicos ("Tartufo bianco" y "mascarpone"). Como la espera en el aeropuerto iba a ser larga, compramos unos bocadillos y una botella de agua en una tienda de alimentación próxima y fuimos a por el autobús, confiando en que, al ser la hora de comer, irían vacíos...Pero nos equivocamos, pues iba tan lleno como siempre. Afortunadamente, al vernos cargados, nos hicieron sitio para que pudiéramos acomodar el equipaje, sin molestar.

Una vez en la estación Términi, esperamos en la oficina de los autocares "Terravisión", que nos debían llevar al aeropuerto, y que contaba con una moderna cafetería, donde tomamos los últimos "capuccinos". Después, salimos hacia Ciampino, facturamos el equipaje y, allí, milagrosamente, encontré prensa española. Compré "El País" y una revista del corazón (Diez minutos), y no es que me gustaran esas publicaciones, pero nos supieron a gloria, tras varios días sin leer nada en castellano.

Antes de embarcar, en la tienda libre de impuestos, compré una enorme tableta de Toblerone, así como unas chocolatinas holandesas (Droste) que me encantan y que cuestan mucho de encontrar en España. También le compré a mi hija una curiosa caja de galletas, metálica y en forma de libro, con dibujos de hadas y flores en la tapa, de estilo muy romántico/modernista, y que ahora tiene en la cabecera de su cama. Ni los chocolates ni las galletas llegaron a viejos, cuando estuvimos de regreso en casa.

El viaje de regreso fué tranquilo, aunque los dos íbamos cargados de impaciencia por volver a ver a nuestra familia. En el aeropuerto, nada más bajar del avión, llamé a mi mujer para decírselo e inmediatamente cogimos un taxi. Cuando llegamos a nuestra calle, ella estaba esperando en el portal, para darnos besos y abrazos antes de subir a casa. Allí, mientras se terminaba de hacer la cena, hubo reparto de regalos y relatos de nuestra experiencia romana, que espero poder repetir alguna vez, con toda la familia, aunque mi mujer insiste en que no piensa subir a ningún avión. Ya encontraré alguna forma alternativa de viajar...

Hoy he recogido las fotos del viaje (2 carretes, y aún me queda medio por terminar, esperando hacerlo este fin de semana). Voy a intentar escanear las mejores este finde, y os mandaré algunas a aquellos de los que tengo el e-mail. Si alguien quiere que le envíe, no tiene más que darme el suyo, y lo haré con mucho gusto, estando encantado de que podais compartir conmigo tan preciosos deatlles y recuerdos.

Espero que os haya gustado la crónica de mi viaje, en varias entregas, pidiendo disculpas si ha sido muy largo, pero necesitaba tiempo y espacio para poder explicarlo todo bien.

Buen finde a todos/as. Nos vemos la semana que viene.

4 comentarios

Fer -

No me extraña que os impresionara el Vaticano, a mí me dejó exactamente igual. Cierto que la Iglesia debería venderlo para predicar con el ejemplo, pero hasta entonces qué menos que quedarnos pasmados con el recinto.
(Es más, una amiga fue a Roma sin ninguna gana de ver el Vaticano. Y, sin embargo, a la vuelta había cambiado por completo su opinión y estaba absolutamente encantada con él. No es que sea un milagro de la fe, pero sí del arte).
En fin, que me ha gustado mucho la crónica de vuestro viaje a Roma. A la próxima podrías intentar la táctica de El Equipo A con tu mujer y darle un somnífero para que monte en avión, pero si no funciona siempre os queda el recurso del coche, que también tiene su gracia.
Un abrazo desde Charrilandia.

Alba -

Ha sido una experiencia inolvidable. Me alegro mucho de haberla compartido contigo mediante estas entregas.

He recibido tu correo con las fotos (preciosas) pero aún no tuve tiempo de responder al mail (El viaje a Madrid me tiene molida hoy y estoy espesita)

Un abrazo desde cerquita!

susana -

Me ha gustado mucho tu relato. Mi correo es comentarios40@mixmail.com. Un beso.

Mikhon -

Si es que al final, cuando estas lejos de tu casa por muy bonito que sea el lugar donde estas siempre te entran las ganas de volver. Mas aun cuando el idioma es diferente.
Solo me queda una duda después de leer este post, ¿el mascarpone no es un queso? es lo que uso yo para hacer el rissoto (o por lo menos aquí lo llaman así).
Tienes mi correo abierto para recibir esas fotos y darme envidia.
Gracias