La vida y sus olores.
No voy a referirme a esos desagradables olores, propios de la Humanidad, sobre todo cuando hay personas poco amigas del agua, el jabón y la higiene en general, sino a ciertos olores que nos encotramos en la vida diaria, aunque algunos cada vez se prodiguen menos, y que nos recuerdan que el día a día continúa su inexorable marcha.
Hay olores muy característicos, como el de la tierra mojada, cuando alguna vez vamos por el campo, o el del salitre que se siente a la orilla del mar, cuando la brisa nos lo lleva a la cara. ëstos son olores muy naturales, como también lo es el de las flores de un jardín, ahora en primavera. A partir de Marzo, en la zona de Valencia, el aroma del azahar, en los huertos de naranjos, puede llegar a marear a quien no está acostumbrado, como también ocurre con el jazmín, en las noches veraniegas.
Sin embargo, hay otros olores que nos indican que la vida sigue en nuestro ambiente urbano, donde solemos pasar gran parte de nuestro tiempo.
Algunos ejemplos: El del pan recién hecho, cuando entramos en una panadería. Y si es en una pastelería, la amalgama que alli se aprecia (Azúcar, chocolate, vainilla, etc.) creo que despierta el apetito más dormido, y casi podría resucitar a un muerto... Algunos bares y restaurantes, a la hora de comer, también son fuente de apetitosos aromas. Aunque hay otros que emanan unos olores tan rancios, que entran ganas de huir de allí.
Hay otro olores que me recuerdan pasajes de la infancia, cuando a veces iba a comprar con mi madre al mercado de la barriada en que vivía de niño: Olor a fruta recién traida de la huerta. de pescado del día, que no olía mal, sino a mar. Y tantas y tantas cosas...
Por cierto, que en post de hace unos días, cuando hablaba de oficios para el recuerdo, Pikifiore comentó que su abuelo tuvo una lechería. Y éso me hizo venir a la cabeza esos establecimientos, hoy prácticamente desparecidos en la zona de Valencia, absorbidos por los grandes comercios, donde el olor a nata y a leche fresca lo impreganaba todo. Hoy en día, en que todo va tan envasado e higienizado, todo éso ha pasado a la historia.
Por desgracia, en la calle cada vez se huele más a contaminación, a humos, a asfalto y a otros elementos tóxicos, de manera que cuando hay ocasión de salir al campo o a la playa, nos creemos que hemos cambiado de mundo.
¿O es que lo estamos cambiando todo de tal forma, que no nos hemos dado cuenta de los grandes tesoros que vamos perdiendo?
4 comentarios
susana -
Pikifiore -
susana -
Alba -
y ni te cuento lo que es vivir encima de una panaderia (si, yo, que creo que engordo sólo con oler...) tiene muchos inconvenientes, pero sé que están haciendo (pan, bizcochos, dulces...) porque mi casa siempre huele a lo que hacen los panaderos.
La verdad es que tienes razón y cada vez hay menos olores bonitos en las ciudades.. que pena..
Un beso