Amos y perros.
Muchas mañanas, sobre todo si he de llevar a mi mujer al trabajo, cuando entra a las 7, o si voy a por pan para preparar los bocadillos de mis hijos, suelo coincidir con algunos vecinos de mi barrio, que salen a pasear su perro (Quien tenga), temprano, antes de irse a trabajar.
Es curioso, pero muchas veces me parece totalmente cierto el dicho de que al final, el amo y el perro terminan pareciéndose un poco mútuamente. Me llama sobre todo la atención si ambos son de cierta edad, como si la convivencia de dos seres que van envejeciendo en compañía influenciara en su exterior. Esta mañana, sin ir más lejos, he visto a un hombre ya mayor, con un perro de caza que se ve también ya viejo, y los dos iban paseando tranquilamente, como dos compañeros que ven pasar las horas, sin otra cosa que hacer.
Me viene a la memoria los tres perros que he tenido hasta ahora, en diversas etapas de mi vida, y que me han dejado su recuerdo, a veces grato, y otras no tanto. Primero, hace muchos años, siendo soltero, tuve una dálmata, llamada Truska, que era el animal más manso, bueno y familiar que haya podido estar sobre la tierra. La crucé una vez y tuvo siete cachorros, que regalamos a amistades y familiares. Y me sombró su inmenso instinto maternal, por cómo cuidaba a su camada.
Después, ya casado, tuve en casa a Simba, un enorme y noble pastor alemán, que le habían comprado a mi mujer de soltera, para que perdiera el miedo a los perros. Sabía vigilar la casa, pero no era agresivo. Éso sí, lo habían malcriado un poco y le encantaba el queso, los flanes y los bocadillos de sobrasada mallorquina...
Y por último tuve un chow-chow, que unos familiares se encontraron abandonado en el campo. Era espectacular y de un pelaje muy llamativo, leonado, pero con cierto mal genio. Un día atacó a mi hija y lo tuve que llevar a la protectora, para que hiciera con él lo que legalmente quisieran, pero en casa no podía estar, pues mis hijos, lógicamente, estaban por encima de todo. Afortunadamente, mi hija no ha cogido miedo a los perros, pero mi mujer no quiere saber nada de volver a tener otro, ni siquiera un chihuahua.
Pero, volviendo a los perros con amo que hay por mi barriada, hay algunos de ellos que me conocen, pues me siguen gustando esos animales. Muchas veces, cuando me cruzo con alguno, lo saludo por su nombre y le pregunto: ¿Paseando al amo? Y me gustaría que viérais las caras, mezcla de mosqueo y resignación, que ponen los dueños ante la preguntita...
Y este domingo se van mis hijos a París, con un grupo de su Instituto. Están con unos nervios que se los comen, pero creo que lo van a pasar muy bien. Ya os contaré.
Buen finde a todas/os.
5 comentarios
Luna -
Un beso!
Pikifiore -
susana -
Me temo que tienes un virus en tu página, según dice mi ordenador. Revísalo.
susana -
Mikhon -
De lo que si puedo hablar es del cariño, la lealtad y el respeto que te dan. Ahora mis padres tienen otro perro, un scotex (si dogo golden retriever la gente no suele saber cual es) que esta ayudando mucho a mi padre a superar algunos problemillas.
Y no me lío a hablar de mis gatos porque entonces ocupo todo el espacio destinado a comentarios (amor de padre).